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"12 años de esclavitud", la infatigable búsqueda de la libertad


Steve McQueen (no confundir con el actor de 'La gran evasión') presenta su trabajo más ambicioso, con el que tiene la oportunidad de acaparar más atención que ninguna otra cinta de este año dentro del panorama de premios. Y es que '12 años de esclavitud' desprende una innegable aura de genialidad, de que tenemos entre manos una película de esas que pueden dejar huella durante algunos años.

Todo destaca en esta película con aroma a Óscar. En ninguna faceta baja del notable. McQueen lleva a cabo una dirección firme, sabe que la historia que trata (la esclavitud) ha sido repetida numerosamente, quizás no tanto como debiera teniendo en cuenta el alcance de lo atroz que es, y por ello no pretende caer en el melodrama ni en muchos de los errores que suelen acompañar a los relatos de esta temática. La objetividad es su virtud, los acontecimientos se desarrollan con la misma poca piedad que los que tuvieron en su día en la realidad. El espectador recibe la escena y la valora él mismo.


Chiwetel Ejiofor da vida a Solomon, un hombre al que la arrebatan la libertad, que puede llegar a inspirar no solo a los antiguos esclavos negros y sus descendientes, si no a todos aquellos que nos sentimos de un modo u otro esclavos de la sociedad en la que vivimos, que notamos la falta de libertad de movimientos, nos damos cuenta de la opresión que se cierne sobre nosotros. El mayor don del protagonista es su inteligencia, de la que no renuncia nunca. Con ella busca mantener su dignidad como persona, es capaz de manifestar su incomprensión ante las maldades que sufre, e intenta escapar de ellas.

Michael Fassbender nos brinda otro excepcional trabajo con su interpretación como irreflexivo amo de esclavos, y se consolida, si no lo estaba ya, como uno de los actores más notables y prometedores del cine actual. No se quedan atrás tampoco todos y cada uno de sus secundarios, incluido el cameo de Brad Pitt con el que se nos introducen los emergentes ideales abolicionistas, dotando a la película de una credibilidad casi de documental.


Magnifica es también su fotografía de los campos de algodón sureños, acompañada de la banda sonora del siempre fiable Hans Zimmer y una buena ambientación de la época. Como he dicho, lo que se nos ofrece es un producto llevado a cabo con suma delicadeza, que no muestra puntos flojos y que nos brinda uno de los mayores alegatos en favor de la libertad del cine reciente.

Es quizás su elevado control en todos los aspectos lo que único que me llega a disgustar, no se toman riesgos, todo está planificado, se trata de una película que es carne de premios, lo que puede llegar a dejar de lado la opinión de los propios espectadores. Pretende alcanzar el éxito mediante la suma de sus muchos aciertos, su seriedad y su brutalidad. Su frialdad a la hora de mostrar episodios de la vida del protagonista hace que no sintamos el desgaste de esos 12 años en los que es esclavo, debido a la carencia de ningún elemento visual evidente que marque el paso del tiempo. Echo en falta, paradójicamente, la espectacularidad propia de las grandes películas.

Nota: 8/10

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