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"El séptimo sello", jugando al ajedrez contra la muerte


"Y cuando el Cordero abrió el séptimo sello, en el cielo se hizo un silencio como de media hora, y vi siete ángeles que estaban en pie delante de Dios, y les fueron dadas siete trompetas. Y los siete ángeles que tenían las siete trompetas se dispusieron a tocarlas..."

Con este inicio que ya te deja sin respiración y con el corazón casi paralizado, comienza una película que es muchísimo más un viaje espiritual que un simple entretenimiento. El irremediable sendero que conduce a todo hombre hacia la muerte, oscuro pensamiento introducido en la mente de todas las personas y que siempre llega el momento en el que se revela ante nosotros, es el motor de la historia.


Antonius Block es el ser racional en el final de su vida que reflexiona sobre aquello a lo que teme con espanto, aquello que viene después de la muerte llevándose consigo el amor y la amistad, el silencio de Dios y su intangible ausencia, y en su defecto, en la Nada que le espera al final de su existencia. Su escudero, mucho más despreocupado y práctico, aporta realismo y resignación ante su triste destino.

Experiencia que roza lo sobrenatural y que trasciende mucho más allá de la pantalla. Únicamente por la escena del principio en la que comienza la partida de ajedrez, y la del final, la del baile con la Muerte, convierten a esta cinta en algo memorable. Cargada de simbolismo, las posibles interpretaciones son infinitas.


Ingmar Bergman crea una obra maestra absoluta del cine europeo que empequeñece la producción americana y se eleva por méritos propios a una pieza clave del arte mundial.

Nota: 10/10

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